Hijos de la Tierra
Valle de los caballos
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(Auel, 2019, pp. 331-344)

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La primavera maduró y se convirtió en verano, y los frutos de la tierra hicieron lo mismo.

Incluso con la actividad suplementaria de la cacería invernal, no había podido trabajar lo suficiente, a pesar de haber curtido la piel de todo lo que cazó, convirtiéndola unas veces en prendas de pelo largo, y otras quitándole los pelos para hacer cuero. Había seguido confeccionando canastos, esteras y tazones tallados y pulidos, y había acumulado suficientes herramientas, útiles y mobiliario doméstico para satisfacer las necesidades de todo un clan. Esperó con impaciencia las actividades veraniegas de recolección de alimentos.

También había deseado el verano para cazar

(Auel, 2019, pp. 331-344)